viernes, 5 de junio de 2009

¿Cuán Cyber-dependientes realmente somos?

Imaginemos retroceder veinte años en el tiempo para tratar de explicarle a un habitante de los años ochenta, qué es Internet en el 2009. No estamos hablando de un siglo atrás, sino de tan solo quince años de la Worldwide Web. Yo no sabría por dónde empezar. Aún así, a pesar de lo sorprendente que podría parecer para alguien de esos años lo que la humanidad viene logrando, nosotros parecemos no inmutarnos. Usando la red buscamos y encontramos trabajo, hacemos amigos (Hi5, Facebook, Twitter), hablamos por teléfono (Messenger), leemos el periódico y las revistas, compramos ropa, pasajes aéreos, automóviles (Ebay), vemos televisión (Youtube), enviamos y recibimos correo (e-mail), escuchamos música o radio (Limewire, Last.fm), enviamos mensajes de textos a celulares, vendemos nuestros cachivaches (Kotear), pagamos los servicios (Comcast), averiguamos sobre personas que nos interesan (Google), revisamos el estado de cuenta de nuestros bancos, hacemos pagos y transferencias, compramos los víveres, hacemos las asignaciones universitarias y escolares (Wikipedia), y muchísimas otras cosas más que han transformado para siempre nuestro universo, y lo que es más preocupante, de manera irreversible. Hace un par de días descubrí que no podía vivir sin mi GPS. Obviamente hay todavía una brecha entre Estados Unidos y América Latina, pero no olvidemos que los países en desarrollo siguen irremediablemente el camino de las economías desarrolladas, tal como lo demuestra la reciente y novedosa opción para hacer compras desde tu celular en el Perú.


¿Cómo así llegamos a ser tan dependientes de esta herramienta? ¿Qué peligros esconde esta adicción? ¿Hacia dónde vamos como sociedad? ¿Qué pasará con aquellos que no logren insertarse en esta nueva sociedad cibernética? ¿Cómo será el ser humano promedio de acá a diez o veinte años?

Miro con nostalgia mi nutrida pero ya sentenciada colección de libros. Atrás quedaron mis años de coleccionar recortes periodísticos en papel. Estuve hace poco reunido con un ejecutivo de una corporación transnacional quien me dijo que la palabra “papel” era tabú ya para ellos, pues han reducido al máximo el uso de documentos impresos en sus oficinas. Hasta hoy recuerdo haber visto en mi infancia, cuando no existía Internet, algunas revistas de acuarismo traídas desde Buenos Aires como trofeos venidos de otra galaxia y que iluminaban en ese entonces, nuestras pequeñas mentes ansiosas de aprender más sobre nuestras mascotas.

¿Quién ha evaluado los efectos del uso prolongado del Internet antes de proponerlo u ofrecerlo al mundo? Ya se conoce de algunos efectos negativos debido al uso prolongado de gadgets por parte de los jóvenes. Se habla ya de una desconexión patológica con el mundo exterior, de seres insensibles, ensimismados, ajenos a la naturaleza y al aire libre. ¿Cómo llegará la humanidad a manejar esta corriente que busca envolverlo todo?

La intención de éste artículo no es la de alarmarnos ni de profetizar un apocalipsis, ni mucho menos de satanizar esta poderosa y útil herramienta que nos facilita la vida, sino simplemente hacernos ver que deberíamos tener un punto de vista crítico, una visión aérea del asunto, adivinar o intuir consecuencias de manera cautelosa de acuerdo a cómo se va la pelota. Nadie objeta en lo absoluto lo fácil que se ha vuelto la vida gracias al Internet, tampoco la velocidad con la que la gente se comunica dejando atrás barreras geográficas, ni mucho menos la facilidad de aprender / transmitir todo tipo de información casi de forma inmediata a cualquier parte del mundo. Una prueba del poder del Internet lo vimos en las pasadas elecciones presidenciales en Estados Unidos, cuando las redes de jóvenes se movilizaron e hicieron campaña a través de éste medio para apoyar a Barack Obama y ayudarlo a alcanzar la presidencia. La contraparte de esta virtud, vendría a ser la generación de una dependencia a tal extremo, que sistemas vitales de la sociedad operen única y exclusivamente a través de éste medio. Esto constituiría, sin dudas, un desastre potencial.

Hace un par de semanas mi compañía de servicios de conectividad admitió una falla en la red en los alrededores y estuve maniatado por más de dos días. No sabía a qué banco ir primero para obtener mis saldos, ni tampoco estaba al tanto de los mensajes que ingresaban por mi correo electrónico, ni de las noticias del país ni del mundo. Gracias al teléfono y la televisión, pude manejar de alguna manera el prolongado inconveniente, pero me pregunto qué hubiera sucedido, por dar un ejemplo, si hubiera tenido que hacer un pago importante o una autorización para que un familiar mío pudiera someterse a una cirugía de suma urgencia y esto no hubiera sido posible.