jueves, 24 de noviembre de 2011

Chehade en Campaña

Chehade-Omar1

Desde hace algunas semanas, el congresista y segundo vice-presidente del Perú, Omar Chehade, protagoniza una novela-escándalo de alcance internacional. Todo empezó al conocerse de una reunión que sostuvieron el mencionado congresista y un alto jefe policial en un conocido restaurant limeño con la finalidad de ejecutar, con la ayuda policial, el desalojo arbitrario de los ocupantes de un complejo industrial azucarero de nombre Andahuasi, permitiendo así el ingreso del grupo Wong, conglomerado económico de gran poder en el Perú.

Frente a la amplia cobertura periodística que ha provocado un terremoto político, y las acusaciones de tráfico de influencias, el ejecutivo inicialmente se mostró neutral, a la espera de los resultados de la investigación antes de emitir algún tipo de opinion y/o comunicado de prensa.

La aprobación de la gestión del Presidente Ollanta Humala debido al escándalo Chehade ha descendido de 62 a 54%, sin contar la erosión de la imagen del Perú gracias a que las noticias trascendieron hacia los medios informativos globales.

Chehade está en todos los periódicos, todas las radios, todas las revistas, en la televisión día y noche, día tras día. También en las agendas del congreso, de los partidos politicos y del ejecutivo.

Humala ha buscando deslindar sosteniendo que Chehade debería dar un paso al costado, pero Chehade ha sabido capitalizar esta omnipresencia mediática a su favor, pues ha pasado de ser un ilustre desconocido a estar en boca de todos, inclusive fuera del Perú.

Todo el país se pregunta, ¿por qué no renuncia? Se han tejido múltiples conjeturas. Algunos dicen que se rehusa a pagar los platos rotos ocasionados por la política de reestructuración en la Policía Nacional que pasó al retiro centenares de altos mandos policiales. Otros dicen que conoce demasiados secretos de la pareja presidencial pues ha sido abogado de la familia por mucho tiempo y un gran aliado durante la campaña de Ollanta Humala hacia la presidencia, por lo que se niega a convertirse en un cadáver político tan pronto.

En el año 1990, Alan García cedió la banda presidencial a Alberto Fujimori dejando un país en ruinas; según muchos, uno de los peores gobiernos de nuestra historia republicana. Fue tanto así, que su nombre estuvo en boca de todos por muchos años más. Este alto índice de recordación para bien o para mal, le favorecería años después al tentar y ganar la presidencia del Perú en el año 2006.

Chehade parecería decir: “Si me estan dando con palo todos los días, al menos sacaré provecho de todo esto con la publicidad política gratuita. No voy a renunciar, quiero que me sigan haciendo famoso para los próximos comicios, ”