martes, 4 de septiembre de 2012

peruanos congelados en el tiempo


Desde el 2005, la Economía Peruana viene experimentando un despegue histórico imposible de imaginar tan sólo 10 años atrás. El agudo caos político constituyó siempre el penoso lastre que durante todo el período republicano, impidió el desarrollo de una nación enormemente rica en materias primas y recursos naturales. Gobiernos militares, caudillismo, endeudamiento, corrupción, despilfarro, entre otras razones, eran las perpetuas causas del estancamiento económico-social del pueblo peruano desde su independencia en 1821.


A partir de los años 60s, particularmente después del inicio de la Reforma Agraria ejecutada por el gobierno militar del Gral. Velasco en 1968, los peruanos empiezan a migrar significativamente hacia el exterior. Sin un futuro claro en el Perú, muchos deciden buscar en el extranjero, oportunidades inexistentes en nuestro país. La incuestionable hegemonía global norteamericana desde la segunda mitad del siglo XX, atrajo así a la mayoría de peruanos que optaron por migrar.


La migración implica primero, una desincronización con el suelo patrio a todo nivel: noticias, costumbres, personajes, léxico, música, moda, por mencionar algunos ejemplos. Y en segundo lugar, nos presenta un nuevo escenario de indiferencia, discriminación y barrera idiomática que a muchos nos cierran las puertas. El peruano promedio en los Estados Unidos casi no tiene contacto con la sociedad angloparlante. Trabajan en empresas donde se habla inglés, pero frecuentan círculos y consumen productos y servicios para latinos, desconectados de la sociedad estadounidense. La idiosincracia del pueblo norteamericano está fuera del alcance y del conocimiento de los peruanos migrantes. No hay opción de aprender y/o incorporar nuevos patrones de conducta y/o pensamiento, no obstante vivir en la tierra del Tío Sam.


El reciente milagro económico peruano ha motivado una serie de cambios político-sociales a todo nivel. Los sectores público, privado y sociedad civil se han transformado profundamente. Se trata de una metamorfosis “de la noche a la mañana” en términos históricos; un proceso que muchísimos peruanos ilustres de siglos pasados, murieron únicamente soñando, sin jamás llegar a verlo convertido en realidad.


El peruano que se quedó estos últimos 8 años en el Perú, ha presenciado cómo el desarrollo económico ha empoderado poblaciones minoritarias como los afroamericanos, empleadas domésticas y homosexuales. Varios reportajes periodísticos han evidenciado la discriminación y el abuso en contra de las trabajadoras del hogar, logrando que el gobierno reconozca finalmente su contribución y establezca condiciones laborales favorables para ellas. La comunidad homosexual marchó hace un par de años hacia la Plaza Mayor de Lima en protesta contra la homofobia. Phillip Butters, periodista de tono agresivo, fue prácticamente acorralado por los medios al emitir declaraciones violentistas en contra de la comunidad gay. La sociedad peruana contempla expectante éstas historias, cuyo impacto viene transformando progresivamente el pensamiento colectivo nacional.


En el Perú se ha producido un resurgimiento y revaloración de la Cocina Peruana. Hace muy poco, únicamente la mujer tenía que ver con la cocina en casa, siendo considerada una actividad poco masculina. Hoy día en el Perú, la Feria “MISTURA”, vitrina oficial de la cocina peruana de todo nivel, se ha convertido en el Festival Gastronómico más importante de América Latina y uno de los más grandes del mundo. Miles de jóvenes peruanos, hombres y mujeres, buscan abrirse paso en la vida como cocineros o chefs, orgullosos de su herencia culinaria. Este proceso de redescubrimiento y reivindicación de nuestra culinaria es también casi desconocido entre aquellos que nos fuimos hace una década. Seguimos considerando poca cosa a nuestra cocina peruana y a nuestras esposas, madres e hijas capaces de producir infinita magia a través de la sazón. Son nuestros amigos de otros países los que tienen que recordarnos lo maravilloso de nuestra gastronomía.


A diferencia de los ochentas o noventas, hoy muchos jóvenes en el Perú buscan su destino a través de iniciativas privadas. No hace mucho, debido a las condiciones económicas desfavorables, los nuevos negocios casi siempre fracasaban. La empresa privada como carrera era muy mal vista. Hoy, con una economía más dinámica y fortalecida, las aventuras empresariales con un desenlace exitoso son cada día más frecuentes. Los peruanos de treintaitantos para arriba podrán mantener la mentalidad de trabajador dependiente, pero los jóvenes de hoy son visionarios y tienen un criterio más optimista respecto al país. De esto carecemos la mayoría de los que nos fuimos 10 años atrás.


Los peruanos en tierras peruanas han cambiado más desde el 2004 a la fecha, que en los últimos 200 años. La gran mayoría de peruanos en el exterior no han obtenido la residencia y no pueden volver ni de visita para conocer este nuevo Perú. Tampoco hemos cambiado por transculturación, gracias a una marcada ausencia de contacto con la colectividad norteamericana. Somos portadores sin saberlo, de una inmaculada peruanidad de antaño, habitamos dentro de una borrosa y casi intacta fotografía de una adolorida nación perenne e irremediablemente sumergida en el subdesarrollo. Como la Dama de Cao o el Señor de Sipán, nos hemos quedado congelados en el tiempo, representantes de la cultura e idiosincracia de un Perú que ya no existe.