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El mundo corporativo global ha vivido una historia de escándalos en las últimas décadas porque el negocio y la ética se contraponen. Las personas comunes invierten en acciones y no saben qué harán estas empresas con su dinero. Dichas empresas buscan únicamente la mas alta rentabilidad sin preocuparse de la contrapartida social o medioambiental que debería tener esta inversión. A las transnacionales no les interesa la economía de un país en particular, sino que estan enfocadas casi exclusivamente al rendimiento de su capital. Esta búsqueda de rentabilidad inmediata del capital va en contra de las inversiones a largo plazo, muy necesarias para los países en desarrollo.
El multimillonario norteamericano George Soros, reconoce: “Los mercados funcionan bien para que los sujetos consigan sus intereses individuales, pero no estan pensados para preocuparse por las necesidades colectivas como son la ley y el orden, la sanidad, la seguridad social y hasta el propio sistema financiero. Estos asuntos no se pueden dejar en manos del mercado.”
Los Estados son incapaces ya de intervenir contra las transnacionales porque son una respuesta local en contra del poder de un capital globalizado. La capacidad de los gobiernos de poder hacer algo por sus ciudadanos se va reduciendo porque el capital tiene libertad de movimiento. Si se intenta regular o ponerle cargas tributarias, el capital se va a otro país. Los países compiten entre sí regionalmente para atraer inversión. Cada país así, rebajará sus estándares sociales y medioambientales para atraer esa inversión. Algunos estados son muy débiles y no pueden hacer prevalecer condiciones favorables para sus países. Es así que muy a menudo, el interés de la gente esta subordinado al interés del capital.