sábado, 10 de octubre de 2009

pedro navaja cumple 30 años



Podría haber elegido la fácil ruta del establishment, la de ser un abogado latino con título universitario estadounidense; muy seguramente no la habría pasado tan mal en su natal Panamá, pero sintió el llamado del deber para con su pueblo latinoamericano. Eso que muchos de nosotros no sentimos ni entendemos: el compromiso social, las caras de nuestra gente en la memoria, los rostros de esos que esperan que algún día alguien importante haga algo por ellos; la mística de ser la voz de los sin voz. No solamente siente infinito orgullo de su herencia latina, sino que trabaja perpetuamente y desde diversos frentes, para que otros latinos como nosotros, conservemos, cultivemos y celebremos la enorme dicha de ser hispano.


Rubén Blades, nacido en 1948, panameño, abogado, activista, mente lúcida latinoamericana de nuestros tiempos desde hace varias décadas, ha sido ministro panameño de turismo y lleva un cartón de abogado de la muy prestigiosa Universidad de Harvard en Boston. Ha incursionado en muchas películas del cine comercial y del independiente, y lleva esa fascinación por la música, el arte, la cultura, la vida y la gente. Para muchos de nosotros, su obra póstuma, sin lugar a dudas, es Pedro Navaja, y a pesar de que la trama se lleva a cabo en la ciudad de Nueva York, en el bajo Manhattan, se trata de un sórdido reflejo de lo que sucede en los barrios populares de América Latina desde México hasta Argentina.

Pedro Navaja es un tema ícono, una rareza, una asombrosa ficha que corrió como pólvora entre las comunidades hispanas del planeta por esos años y muchos de los posteriores. El sub-mundo del crimen, esa cloaca que nadie quiere destapar pero que todos sabemos está ahí debajo de nuestras narices. Aquél nivel de realismo era absolutamente inusual en los años 80, cuando Madonna y Michael Jackson le cantaban al cándido enamoramiento juvenil. Como Rubén Blades mismo cuenta en vivo, en un concierto en Nueva York en 1989, la disquera no se interesó inicialmente por el tema al considerarlo muy largo. Afortunadamente Blades insistió con la idea y logró grabar así uno de los temas emblemáticos del género conocido como salsa.

El valor histórico-social de Pedro Navaja radica en la crónica de la realidad con la que muchos latinos convivimos de manera cotidiana en todo Latinoamérica. Su impecable técnica descriptiva, escogiendo cuidadosamente cada palabra como si se tratara de una receta culinaria secreta y a la vez empleando un español universal, sin jerga local, comprensible por todos los pueblos hispanos desde Madrid hasta Santiago de Chile. Los instrumentos se van sumando uno a uno y con gran estrategia a medida que la canción avanza, el tema va acelerando a medida que el relato prosigue, la melodía asciende un tono más agudo al iniciarse cada nueva estrofa generando esta atmósfera de tensión y expectativa por conocer el desenlace. El coro o estribillo de la canción no encierra realmente un mensaje; son las estrofas las que constituyen el verdadero cuento, es el relato el que fascina, el que atrapa.

Rubén Blades y Pedro Navaja han pasado entonces al libro de historia iberoamericana contemporánea por su realismo, por su alto nivel de composición y ejecución, por retratar de manera fidedigna con certeras pinceladas y con el estilo musical preciso (salsa), un momento clave en la historia de América Latina. Muchos podríamos preguntarnos, ¿por qué si Blades aboga por la reivindicación de la raza latina, compone un tema que desnuda lo más oscuro de la vida en las barriadas? No es otra cosa que un contraste artístico, una sutil ironía que busca revelarnos un camino equivocado, una ruta que no deberíamos continuar por no conducir a nada, una historia que se repite a diario y que debemos tener siempre en cuenta para evitar resbalar dentro de ella y alejarnos así de nuestra misión como portadores de una hermosa herencia: la de ser latinoamericano.

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