jueves, 16 de agosto de 2012

¿Por qué los técnicos debemos leer más cuentos?


Sobre la versatilidad en el lenguaje y la precisión semántica que la poesía y la literatura podrían otorgar al tedioso vocabulario especializado.


El lenguaje técnico y el vocabulario científico cumplen la importante misión de comunicar de manera ordenada y sistemática, todos aquellos nuevos descubrimientos frutos del trabajo/estudio en la mayoría de campos del conocimiento humano. Se hace muy necesaria entonces la publicación de anuarios de investigación científica, boletines legales, revistas de normas tributarias, informes económicos-financieros, etc., que mantienen informada a una comunidad de profesionales especializados en tales materias y al público en general.

Pero, ¿qué tan efectivo es un documento en términos de transmitir información, cuando la palabra “tributación” está presente 72 veces en una monografía de 5 páginas? ¿Cuánta validez tiene realmente un informe técnico en donde 5 ó 6 vocablos se alternan obsesivamente uno tras otro, oración tras oración, párrafo tras párrafo?

Muchísimos documentos de similiar contenido, caen en el vicio de volverse una insufrible tortura para lectores propios y extraños, verdaderos trabalenguas indescifrables que hablan muy mal del nivel de preparación profesional de quien redacta. Ya sea por una auténtica carencia de recursos creativos, o por un olímpico desinterés en buscarlos y encontrarlos, ésta papelería así generada, rellena prácticamente cada rincón de nuestra vida cotidiana. Dichas publicaciones provocan confusión en el  lector, y hasta casi se podría decir que desinforman, pues un documento pobremente redactado puede ser capaz de dar a entender una idea diametralmente opuesta a la idea original. Alientan, asimismo, la creación de un mayor número de ellas, pues aparecen en revistas, boletines o anuarios de propiedad de instituciones y/o asociaciones reconocidas, obteniendo así aparente legitimidad que termina siendo tomada como norma por otros autores.

La literatura y la poesía no son un invento de la ingeniería o de las matemáticas, no nacieron en un laboratorio de química o microbiología, jamás buscaron transmitir un contenido bajo la consigna casi castrense del rigor científico, sino todo lo contrario. Cada línea, cada frase, encierra un sentir o una apreciación, un punto de vista personal basado en nuestros amores y desamores, en nuestras simpatías y antipatías, en nuestras frustraciones y temores, en nuestras ilusiones y desengaños, en nuestros deseos e inquietudes. El vocabulario y estilo de redacción que escogemos al hacer esto, es muy diferente al que encontramos, por ejemplo, en la revista mensual “Avances en Neurobiología”. El repertorio de vocablos aquí es mucho mayor, es posible inclusive percibir el estado de ánimo del poeta o del  escritor a través de la puntuación y algunas otras licencias literarias. En suma, hay un espacio mucho mayor para la creatividad tanto en vocabulario como en originalidad de la composición.


Es de ésta manera pues que los grandes pensadores de todos los tiempos han sido capaces de hacernos llegar ideas magistrales de una manera clara y sencilla. Han manipulado con facilidad complejos conceptos de engorrosa explicación, empleando con éxito vocabulario y otros recursos expresivos comunes a todos nosotros. Creemos entonces haber dejado en claro lo esencial que resulta el correcto manejo del lenguaje y lo importante que es el cultivar la versatilidad en nuestro discurso hablado y/o escrito. Esto sólo puede ser posible a través del permanente interés por ampliar nuestro arsenal de recursos con  nuevos y viejos elementos de nuestro idioma; perpetuos visitantes de aquellas inagotables canteras  llamadas Poesía y Literatura.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario