jueves, 30 de julio de 2009

¿más de lo mismo alan?

Gracias nuevamente por visitar y dejar sus comentarios en el caldero http://www.cuartotrasero.blogspot.com/, donde encontrarán videos que ilustran y grafican la opiniones vertidas en cada artículo.


Cuando García volvió al Perú para postular nuevamente a la presidencia, juró por todos los santos que su enfoque respecto a un futuro gobierno suyo había cambiado. Y así pareció por un buen tiempo al inicio de su mandato. Nombró ministros de oposición, puso mucha fuerza en la descentralización, mantuvo estable económicamente al país, entre otras políticas que enviaron un mensaje positivo dentro y fuera del Perú. Pero algo se cocinaba por debajo. Si el alanismo tuvo la desvergüenza de robarle a un país preso de una catástrofe económica a fines de los ochentas, es muy difícil creer que no lo vaya a hacer otra vez considerando la bonanza económica que les dejaba Toledo. Efectivamente, les tomó una par de añitos ir consolidando los procesos, instituciones y procedimientos que les permitirían cerrar la tarde taurina con algunos faenones.


La corrupción es la peor de la causas del subdesarrollo. Es el peor de los delitos porque no perjudica a una, dos o tres personas sino que empobrece y destruye a toda una nación. Es el egoísmo en su mayor expresión, el desinterés por los demás, la traición del pacto social y el caldo de cultivo de convulsiones a nivel regional y nacional. Recordemos cómo y por qué motivo cayó el fuji-montesinismo: los vladivideos.


Últimamente hemos estado expuestos a mucha información nacional en donde la corrupción es la noticia. El observador agudo puede distinguir entre una campaña mediática de desprestigio, un ardid político orquestado con el fin de tumbarse un régimen, y una legítima denuncia de malversación y peculado donde las pruebas no se contradicen con la realidad ni han sido fabricadas, sino que son fidedignas pues es posible y generalmente muy fácil corroborar su autenticidad. Debemos entonces concluir la existencia y persistencia de una política generalizada, una consigna partidaria donde uno chapa lo que puede, pasa por encima de quien sea, pero por sobretodo, se colude con los correligionarios para encubrirse los unos a los otros. Cuando el río suena es porque piedras trae.


¿Estamos entonces sentenciados a no poder confiar en ningún gobierno? ¿Es que acaso unas cuantas migajas de responsabilidad administrativa deben pagarse siempre con el enorme precio del lucro partidario? Afortunadamente, en el último par de décadas la población ha aprendido a reaccionar ante el atropello, a organizarse, a ponerse de pie y hacer sentir su voz, pero principalmente a exigir e impulsar la creación de organismos que nos ayudan a ejercer presión institucional, agrupan y representan intereses nacionales. Con cada gobierno que se va, el Perú avanza institucionalmente y se acerca, sino a la democracia perfecta, al menos a buscar una cierta igualdad de condiciones con aquellos gobernantes que son capaces de robarnos sistemáticamente sin el menor remordimiento.



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